20 Feb 2006 | 4:36 pm | Autor: Roc Fages
Acaba de salir un libro del que hace ya tiempo que voy siguiendo su gestación. Se trata de 500 preguntas al nacionalismo español, del periodista Oriol Vidal. Me felicito muy gratamente por este enorme documento para la reflexión y el debate sobre un tema que siempre ha estado sobre el tapete: ¿hay una o varias Españas? ¿sobre qué modelo debemos organizarnos? Oriol Vidal hace 500 preguntas al nacionalismo español, y da voz a políticos, intelectuales o periodistas de antes y de ahora, dejando espacio, también, a puntos de vista propios.
Es un libro elaborado con la capacidad de sistematización y rigor que tiene el autor. Ciertamente, Oriol Vidal es catalán, se siente catalán, pero ya hace unos años que vive en los Estados Unidos. Esta realidad le ha permitido relativizar sus puntos de vista, con lo qual se asegura la honestidad y la sinceridad del texto para evitar mensajes subliminales. Vidal quiere poner en duda, sin miedos, argumentos de los nacionalistas españoles desde sus mismas respuestas a preguntas como ‘¿España-confederación? ¿España-imposición?’, ‘La independencia: ¿problema o solución?’, ¿Regular el respeto o merecerlo?, o, ‘¿Derechos lingüísticos adquiridos ilegítimamente?’.
El carácter dialogante de Oriol Vidal lo muestran los dos prólogs del libro anunciados en la misma portada, donde se dice: ‘Palabras en contra, Pio Moa / Palabras a favor, Pilar Rahola’. Las palabras en contra de Moa lo son sin dar tregua, igual que las palabras de Rahola a favor del libro. Pero ambos coinciden en la enorme validez del texto:
Moa: "El libro del señor Vidal me parece excelente en cuanto recoge de forma sistemática las posiciones nacionalistas-separatistas, y lo hace de buena fe, como he dicho. Constituye una guía invalorable para quien quiera informarse al respecto. Per, a mi entender, tales posiciones se asientan sobre arenas moedizas. El lector podrá compararlas con el contenido de este prólogo y sacar sus propias conclusiones" (pág. XXVIII)
Rahola: "Oriol Vidal se mancha, no a favor de unos u otros, sino a favor del rigor intelectual, y ese compromiso hace de este libro un instrumento eficaz para la convivencia. Al fin y al cabo, no puedo asegurar que estemos condenados a vivir juntos siempre -muchos cabos tiran en direcciones opuestas-, y no sería bueno que lo estuviéramos, si se tratara de una condena. pero puedo asegurar que estamos condenados a hablarlo"
Por mi parte, repito es un enorme placer ver el trabajo en papel de un amigo con quien hemos compartido colegio, facultad, barrio en Barcelona, lugar de veraneo, aficiones como el escuchar y componer música, experiencias semiprofesionales como el programa de radio sobre sátira política que hacíamos en una radio local, y muchas otras cosas que me dejo aquí.
Moltes felicitats, Oriol!!!
Benvolgut Roc, es un honor que me hagas protagonista (aunque sólo sea por unos días) en tu sitio web. Sé que Goldmundus.com no se centra principalmente en política, o al menos no en la forma en que yo he enfocado mi libro, centrado en el conflicto no resuelto de varias naciones y varias comunidades lingüísticas conviviendo bajo una misma bandera, e intentando ponerle el dedo en el ojo a las contradicciones de cierto discurso oficial.
Aunque mi pregunta 270 (página 148 del libro, apartado “El plurilingüismo no asumido”) sí toca tangencialmente el tema del e-government en España (desde el punto de vista lingüístico), déjame que comente un aspecto más directamente relacionado con tu sitio web, en este caso en cómo han cambiado las nuevas tecnologías la vida del periodista, el escritor y cualquier persona que para su trabajo necesite acceder a información de forma rápida y fiable. Como sabes, he escrito mi libro en gran parte desde California y Arizona. Pues bien, no he parado de preguntarme cómo podría haber escrito este libro SOBRE ESPAÑA desde FUERA DE ESPAÑA hace veinte años. Habría resultado prácticamente imposible, o al menos una gran proeza.
Desde mi despacho en Phoenix consulto cada día periódicos de todo el mundo, puedo acceder a documentos de partidos políticos, puedo acceder a datos estadísticos de elecciones y referéndums que muchos gobiernos del mundo ofrecen en sus sitios web, incluso a los Diarios de Sesiones no sólo del Congreso y el Senado, sino también de los parlamentos de muchas Comunidades Autónomas… Los escritores, los investigadores, los historiadores de antaño tenían muchísimo mérito, con todas las horas que tenían que pasar en archivos, bibliotecas y organismos oficiales recopilando información, con todas las incomodidades y el retraso que esto suponía a la hora de publicar una obra.
En fin, sólo quería compartir con los amigos de Goldmundus.com esta reflexión de autor novel fascinado por las nuevas tecnologías. Un saludo a todos, y muchísimas gracias, Roc, por los elogios que me dedicas (vamos a ver si la crítica es tan benevolente).
Lo siento. Compré el libro de Oriol Vidal hace poco. Ya en la librería sabía que no coincidiría con mis ideales, pero siempre he procurado que mis lecturas amplíen mi mente, no que la encierren. Creo que el debate personal, la autocrítica de las creencias, es un proceso, no ya sano, sino necesario. Debemos fundamentar siempre nuestras opiniones conociendo los puntos de vista contrarios, valorándolos objetivamente, integrándolos en la medida de lo posible con nuestras estructuras teóricas preformadas, tal que no nos obcequemos en el inmovilismo ideológico en ningún momento y estemos abiertos a toda opinión, más aún cuanto más diferente sea a la nuestra.
Pero el libro de Oriol Vidal no permite eso. Sinceramente, no conozco más obras ni escritos de este autor, espero que las incoherencias en las que cae no sean recurrentes. No es sólo que parta de muchas premisas falsas de por sí -lo que hace que todo pensamiento ulterior sea también erróneo-, sino que a las conclusiones a las que llega no son ciertas a la luz de la lógica. Es la primera vez que un libro me decepciona desde el primer capítulo de esta manera. Repito, no porque vaya en contra de mi ideología -ninguna obra intelectual me decepcionará jamás solamente por eso-, sino porque es fruto de un pensamiento paupérrimo, seguramente resultado a su vez del empecinamiento en dar base a unas creencias políticas, sin atender a la verdadera crítica y dialéctica que esperaba. Me ha decepcionado, sr. Vidal.
Sobre la opinión de G.Sans, cuando haya leído el libro intentaré poner mis puntos de vista. Pero, de momento, me parece maravilloso poder leer una crítica contraria al libro sin caer en las descalificaciones e insultos que circulan actualmente en relación con el tema. Ojalá hubiese más G.Sans.
Estimado G. Sans,
Me alegra que se haya tomado la molestia de comprar y leer el libro, y soy consciente de que “500 preguntas al nacionalismo español” no gustará a mucha gente. Comparto plenamente lo que usted dice sobre el debate personal y la autocrítica de las propias creencias, y también comparto su disposición a leer de todo (por decirlo así, leer tanto a Onésimo Redondo como a Carod-Rovira, o tanto a Bill O’Reilly como a Michael Moore o Noam Chomsky).
Con respecto a “500 preguntas al nacionalismo español”, el mismo “prólogo en contra” de Pío Moa es una confrontación directa con el contenido del libro, y me pareció que incluir ya de entrada una versión completamente opuesta a la que el libro expresa era lo más honesto que se podía hacer en un libro de estas características. En todo caso, la mayor parte de los argumentos que aparecen en mi libro reflejan el estado de opinión de una parte nada despreciable de la población española, y creí que era interesante preguntarle a Espanya si valdría la pena o no prestarle (más) atención a la insatisfacción permanente que esta población manifiesta y ha manifestado históricamente, desde hace siglos de hecho.
Lo que he pretenido con este libro ha sido reflejar actitudes y argumentos de estos “españoles de carnet” insatisfechos que no se acaban de identificar con la etiqueta “España”, una población que se encuentra mayoritariamente en lo que algunos llaman “España periférica”, especialmente en el País Vasco y en Cataluña. Yo no puedo identificarme con todos sus argumentos y actitudes, porque algunos se contradicen entre ellos (y hay preguntas en las que yo respondería de una forma muy rotunda en contra de lo que la pregunta parece sugerir), pero creí necesario hacer una especie de inventario de todos en un solo libro.
En la introducción pido a los lectores que si creen que mis preguntas parten de presupuestos falsos lo argumenten, y esto es lo que haré. Me gustaría que me concretara en qué incoherencias cree usted que caigo, y de qué premisas falsas cree usted que parto. Querría señalarle también que como autor mi intención no era llegar a ninguna conclusión, sino proponer un debate, lanzar retos, pero dejando abiertas las respuestas (por eso el libro no se llama “500 respuestas…”).
En fin, que si dispone de tiempo estaría encantado de debatir con usted aquellos argumentos que menos adecuados le hayan parecido, porque con este libro me proponía precisamente esto, poder debatir, incluso destapando los prejuicios que cada argumento pueda esconder.
Muchas gracias por su opinión (se lo digo muy sinceramente). Estaré atento a su respuesta.
Dado que este debate, a falta de las aclaraciones pedidas, ha quedado un poco cojo, me permito colgar aquí una entrevista que me publica el Canal Cultura. Quien se haya quedado con las ganas de saber de qué va “500 preguntas al nacionalismo español” y cuáles son las cosas que tan poco gustaron a G. Sans, podrá ahora entender mejor el debate:
Castellano
http://bcnweb13.bcn.es:81/NASApp/ccwcanalcultura/web/html/noticies/NoticiaFitxa.jsp?noticia_PK=50416&seccio=153
Catalán
http://bcnweb13.bcn.es:81/NASApp/ccwcanalcultura/web/html/noticies/NoticiaFitxa.jsp?noticia_PK=50415&seccio=144
Para más información, Berlin Smith ha dedicado un post a mi libro en su blog Noches Confusas en el Siglo XXI:
http://nochesconfusas.blogspot.com/2006/03/500-preguntas-al-nacionalismo-espaol.html
Ante todo, siento esta larga ausencia de respuesta a las interpelaciones que se me han realizado; créanme que ha sido justificada.
En primer lugar, quiero aclarar que no pretendía ofender al señor Vidal: mi crítica (creo que así lo ha comprendido) se refiere únicamente al libro, no pretendo ofenderle en ningún momento por sus ideas o creencias, como creo que dejé claro. Pero no por ello puedo dejar de resaltar graves incoherencias.
Me referiré en concreto a algunas del primer capítulo, que es el que mejor he podido analizar de momento. Parte de un concepto equivocado de soberanía, sobre el que estructura su hilo argumental. La soberanía, por definición, no se puede compartir. En algún momento se menciona que, por ejemplo, España comparte su soberanía con la UE. Nada más lejos de la realidad. La UE es, a día de hoy, una unión política de estados, una evolución, si se prefiere, de lo que es una organización internacional: pero cada estado conserva plenamente su soberanía. Otra cosa es que parte de las competencias que otorga la soberanía se ejerciten por un órgano, por decirlo de alguna forma, ajeno a la estructura propia del reparto de poder nacional, o por un mecanismo no controlable directamente por el gobierno nacional. Pero eso ocurre en casi todos los países en numerosos ámbitos, cuando firman tratados internacionales o se adhieren a organismos internacionales. Otra cosa es que la soberanía cambie de titular, que ha sucedido y sucede a menudo. Sin ir más lejos, los Estados Unidos nacieron del pacto entre estados soberanos; pero es de común consenso, y así ha sido interpretado por el Tribunal Supremo, que desde el siglo XIX ya la soberanía reside en la Unión. Es ésta una doctrina que nació desde luego no sin grandes conflictos, de los cuales el más trágico fue la famosa Guerra de Secesión, quizá el peor conflicto bélico en suelo continental estadounidense.
Confunde además el sr. Vidal los términos soberanía y principio democrático. La soberanía reside en el pueblo; pero esto es un concepto obviamente moderno. Hasta hace bien poco, tal cosa era impensable. La democracia, en sentido estricto -por ejemplo, la que se da en una elección local- es meramente un sistema de elección de representantes, la que más se ajusta, seguramente, al principio democrático que inspira a todo estado moderno. Pero no por ello se puede concluir que el municipio sea soberano (ni tan sólo en parte: porque la soberanía no se comparte). Los ediles o concejales municipales bien podrían elegirse por sorteo entre los residentes, o por decreto del gobierno.
En España, hoy, la soberanía reside en el pueblo español, que además es una -única- nación. Lo sabemos porque lo dice la Constitución española, que es la norma básica de funcionamiento del Estado español. Esto, por supuesto, puede cambiarse, pero para ello sólo existen dos vías: la reforma constitucional prevista o la indeseable -por peligrosa- ruptura de la legalidad vigente. Da igual que en un refrendo en Cataluña -o donde fuera, incluso en el conjunto de España- se dijera lo contrario, fueran el 50, el 80 o el 100% de los votos a favor de ello. Porque un refrendo no es más que eso, una consulta popular, pero no per se una decisión (ni siquiera democráticamente) soberana.
De momento, dejo mi crítica aquí. No quisiera abusar del espacio de Roc Fages, que quizá no tiene destinado este blog para ello. En cualquier caso, estaré encantado de debatir cualquier idea en cualquier foro que prefieran.
Estimado Sr. Sans,
Efectivamente, nunca me ofendí por sus críticas, ni pienso ofenderme por las que puedan venir. Celebro en todo caso que las concrete ahora. Quiero aclarar de nuevo que mi libro pretende hacer reflexionar, y no exactamente reflejar mi propio pensamiento político, aunque creo que de su lectura se deduce fácilmente cuáles son mis temas de interés.
Pero pasemos a mis “graves incoherencias”. Y le responderé por partes, aclarando de paso cómo respondería yo a algunas de las preguntas que me hago en el libro. Sobre la soberanía compartida, en “500 preguntas al nacionalismo español” cito a uno de los siete juristas que redactó la Constitución, Herrero de Miñón, que por una parte ha hablado de la posibilidad de soberanía compartida entre el País Vasco y España (lo hizo en algunos artículos que escribió sobre el Plan Ibarretxe en El País), y por otra opina que en la participación de España en la Unión Europea sí hay una cesión de soberanía “hacia arriba”. No sé si es una grave incoherencia o no, pero al menos lo ha dicho alguien que algo sabe del tema. Una cosa es que la Constitución diga lo que dice de la soberanía, que tiene una evidente trascendencia jurídica, pero esto a la hora de ponernos a filosofar no es suficiente. Quiero decir que podríamos acabar cualquier discusión diciendo “porque lo dice la Constitución, y punto”, pero la Constitución, desde el punto de vista lógico, no tienen nada de infalible, y ahí discrepo claramente de una de sus afirmaciones: “lo sabemos porque lo dice la Constitución española”.
El artículo 2, por ejemplo, posiblemente el más cargado simbólicamente, no aguanta un análisis lógico serio. “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.” Sobre la indisoluble unidad y la indivisibilidad de la patria común: la unidad de España, como la de todos los países del mundo, es perfectamente disoluble (se disolverá, si no hay otras causas de fuerza mayor, cuando lo quieran sus ciudadanos, sea esto mañana pasado o en el año 3000), y su territorio es perfectamente divisible. Los primeros que ponen de manifiesto la debilidad de este artículo son los profetas que se pasan el día avisando de que el fin de España está próximo: curiosamente, a la vez que dicen alinearse con la Constitución contradicen uno de sus artículos fundamentales. Por definición, una cosa indivisible no se puede dividir, jamás de los jamases. Si se admite la posibilidad de que se pueda dividir, es que no se trata realmente de algo indivisible.
Entiendo la inclusión de estos dos adjetivos en el artículo 2 como un intento de apuntalar el artículo 1 y de dejar claro que el derecho a la autodeterminación de los pueblos (ya que en el preámbulo se citan varios) no se iba a reconocer en España. Sr. Sans, yo soy de la opinión de que en el momento en que hubiera un 90% de catalanes o de vascos que reclamaran la independencia larga e insistentemente, no habría soberanía indivisible que valiera. En un caso así, que ahora es pura especulación y no tiene por qué ocurrir, una solución como la que adoptó el Tribunal Supremo canadiense en 1998 con respecto a Quebec me parecería lo mínimo razonable. Celebro que el Tribunal Supremo de Canadá, aun afirmando que su marco constitucional no prevé tal posibilidad, entendiera que no tendría sentido que el gobierno canadiense forzara a los quebequenses a formar parte del Canadá si estos se pronunciaran clara y repetidamente en contra. No tendría sentido, no sería saludable y no sería sostenible.
Volvamos al concepto de soberanía. El ejemplo que usted pone sobre los Estados Unidos me sirve. Dice usted que, de común acuerdo, la soberanía pasó de los Estados a la Unión, y es cierto. Pero dése cuenta de que eso no fue a través de una ruptura del marco constitucional, sino por un cambio de interpretación del Tribunal Supremo. ¿Quién dice que en España, con ciertas enmiendas y un cambio de interpretación del Tribunal Constitucional, el “derecho a la autonomía” del artículo 2 no podría derivar en el reconocimiento del “derecho a la autodeterminación para todas las nacionalidades y regiones de España”, tal como pedía el PSOE en sus congresos oficiales en Suresnes (1974) y Madrid (1976)? Yo creo que eso podría ocurrir en un contexto político en que se viera que una solución más inmovilista podría poner en serio peligro la unidad (pensando sobre todo en el País Vasco y en Cataluña). Sería una especie de “antes autodeterminista que rota”. Reconocer este derecho, al fin y al cabo, no traería consigo necesariamente la independencia de ningún territorio.
Los Estados Unidos, efectivamente, nacieron más o menos como la Unión Europea, como una “unión política de Estados” en que todos conservaban su soberanía. Pero usted reconoce que en algunos casos la soberanía se ejercita “por un mecanismo no controlable directamente por el gobierno nacional”, en el grado que sea, y creo que en el momento que eso ocurre esa soberanía ya no está intacta. Especialmente en el caso de la Unión Europea, en que los países que firmaron el Tratado de Maastricht se comprometieron a una integración política que en principio (y recalco este “en principio”) es de ida pero no de vuelta. Diferente es la firma de un tratado internacional que se puede firmar hoy y “desfirmar” (o incumplir) mañana sin consecuencias importantes para la libertad de movimientos del gobierno que lo firma.
Usted parece quitarle la importancia a este proceso de transferencia de soberanía en Estados Unidos, pero no se trata de un simple “cambio de titular” de la soberanía, sino de un cambio en la interpretación de su constitución con consecuencias concretas muy tangibles. Consecuencias que han enfrentado a los estadounidenses desde que este país nació, y en el que al final venció la tendencia a disolver la soberanía de los Estados en la del conjunto de la Unión, igual que podría pasar algún día con la Unión Europea: ¿le parecerá entonces un mero “cambio de titularidad” de la soberanía? ¿No sería eso una cesión de la soberanía por parte del pueblo español al “pueblo de la Unión Europea”? Si llegara un día en que se estableciera que un Estado miembro de la Unión Europea no tiene la posibilidad de salir de ella (cosa que de momento el proyecto de Constitución europea sí preveía, como me parece lógico), ¿consideraría entonces que se trata sólo de un cambio de titularidad de la soberanía, o algo que limitaría objetivamente la libertad política de la entidad “pueblo español”? ¿No es esto lo que pasó en Estados Unidos? A mí me parece que es un cambio significativo.
Tampoco tengo ninguna duda: si en diez años un 80% de californianos, por la razón que fuera, quisiera la independencia de California, la respuesta del gobierno de Washington no sería enviar el ejército a California a defender “la unidad de la patria” o escudarse en cierta interpretación de la Constitución. Ante una situación tan seria, esto me parecería absurdo, y además inimaginable en Estados Unidos, donde sería difícil obviar que su nacimiento como país se encuentra en un proceso de secesión. A una situación así sólo se le podría buscar una salida negociada (llámeme optimista).
De hecho, he preguntado a muchos estadounidenses, principalmente en California y Arizona, cuál sería su actitud si Tejas, o Florida, o Maryland, se quisiera independizar. La respuesta ha sido casi siempre parecida: “Hombre, puestos a preferir, preferiría que no se independizaran, pero si quisieran hacerlo… adiós y buena suerte.” Me parece una respuesta coherente con la forma en que nació este país, y desearía que en España la gente respondiera igual, y que un manchego o un extremeño no se sintiera menos español si el País Vasco se independizara. Yo no me creería con derecho a impedirles a los extremeños la solución política que creyeran óptima para ellos, fuera ésta independizarse o la anexión a Portugal si les diera la gana. ¿De qué se tiene miedo cuando se trata del País Vasco o de Cataluña, de que haya menos solidaridad? ¿No asegura suficientemente la Unión Europea que quien más lo necesite se beneficie de los Fondos de Cohesión? [Sobre esto, en mi libro comento con cierta extensión argumentos (a favor y en contra) referentes al País Vasco y Cataluña como Estados miembros de la Unión Europea.]
[Quiero pedir perdón a Roc por la extensión exagerada de mis respuestas, pero es que me he ido animando. Roc, si lo prefieres el Sr. Sans y yo nos podemos largar a otro foro… En todo caso, con esto ya termino.]
Debo aclarar que el pequeño apartado sobre la soberanía municipal que incluyo en el primer capítulo de mi libro no es ningún intento de hablar seriamente sobre constitucionalidad, sino más bien un símil del que me sirvo dialécticamente. Mi principal aportación en ese apartado es la constatación de que en España suele negarse que la opinión de una parte con voluntad de separarse pudiera ser suficiente para dar legitimidad a esa posible separación (pensando habitualmente en que esto pudiera suceder en Cataluña o el País Vasco con respecto a España), y que en todo caso sería necesario que se pronunciara el todo (el pueblo español en su totalidad) para legitimar esa separación, pero en cambio a nivel municipal no se ha puesto problemas para que un barrio o pedanía se separara de un municipio sin necesidad de que se convocara a referéndum a todo el municipio. La opinión de la parte bastó y nadie dijo que fuera necesario consultar al todo, y me pregunto qué hace que estos dos casos sean distintos. ¿Es simplemente una cuestión de tamaño? Constato también que el artículo 137 de la Constitución (que dice que los municipios “gozan de autonomía para la gestión de sus intereses”) es de muy libre interpretación, especialmente si se comparan en el diccionario las definiciones de soberanía y de autonomía.
Finalmente, déjeme que le cuestione también eso de España como “única” nación. En primer lugar, ateniéndonos a la letra de la Constitución, eso no sale en ningún sitio (busque la palabra “única” y verá como no la encuentra). Se habla, en todo caso, de la Nación española, y se dice que es “patria común e indivisible de todos los españoles” y que su unidad es indisoluble, pero bien podría decir lo mismo de la “Nación de naciones española”. Sobre esto, en mi libro comento que tan semánticamente absurdo debe ser el concepto “nación de naciones” como el de “pueblo de pueblos”. Cuando Vidal-Quadras creía haber encontrado al gran argumento que desmontaba el concepto “nación de naciones” (dijo él que es un absurdo, porque no puede existir tampoco una “bicicleta de bicicletas”), no recuerdo que criticara también la definición de España como un “pueblo de pueblos”, que se deriva perfectamente de la Constitución (preámbulo: “los pueblos de España”; artículo 1.2: “el pueblo español”). El truco, en ambas expresiones, es que el primer término posee el atributo de la soberanía y el segundo no.
En segundo lugar, varios ponentes de la Constitución (al menos Herrero, Roca y Peces-Barba) han hablado de los equilibrios semánticos que hicieron entre los términos “nación” y “nacionalidad”, y de cómo consideraban que eran lo mismo, aunque en el texto constitucional se optó por utilizar el primero para referirse a España y el segundo, en un sentido más cultural, para describir, sin citarlas directamente, realidades nacionales como la gallega, la vasca y la catalana.
En fin, que no es que confunda soberanía con principio democrático, es que creo que el segundo debe poder afectar a la primera. Dice usted que aunque el 100% de la población, incluso de todo el territorio español, apostara por la ruptura con la legalidad vigente (¿es siempre indeseable y peligrosa esta ruptura? Dependerá del tipo de ruptura, ¿no?), eso daría igual. Yo, francamente, no entiendo que alguien diga que eso daría igual. Eso es olvidar que las leyes las hacen las personas para convivir entre ellas en un marco más o menos estable en que todas conozcan las reglas. Pero en el momento en que hay un consenso alto sobre la caducidad de un marco, no puedo entender el inmovilismo.
Estimado Sres. Sans i Vidal, para nada están abusando de este espacio. Al contrario, me parece muy sano y respetuoso el debate que se ha generado. Esperemos que más gente se sume a las opiniones.
Estaba respondiendo a alguna de las precisiones de Oriol Vidal, cuando me saltó la noticia del comunicado de ETA. No puedo, por estar fuera de lugar, proseguir de momento con el creo que interesante debate del libro en cuestión. Pero sí quiero hacer una precisión a una declaración mía en la que manifestaba mi absoluto respeto a toda ideología: existe en esto un límite, absoluto, infranqueable, inquebrantable. Y es la dignidad humana, los derechos fundamentales -imprecisos, sí, pero no por ello menos válidos o inexistentes- que son inherentes a todas las personas. Cuando veo ahora las imágenes de los atentados y actos criminales de la banda terrorista, no puedo evitar pensar que ETA ha atacado flagrantemente no ya la dignidad de sus víctimas, sino la de todos los ciudadanos del estado.
En concreto, quiero remarcar un hecho que se produjo
hace ya diez años en la misma facultad en la que hoy estudio. Fue algo que, cuando menos, a todo universitario de este centro nos produce un sentimiento inexplicable, una mezcla de impotencia, horror, tristeza, clamor de justicia. La víctima en este caso era un soldado, pero un soldado cuyas armas eran la pluma y la inteligencia, la palabra y la dialéctica, que sólo cumplía órdenes de la razón y de su conciencia en un afán de construir un mundo mejor, de paz y justicia, sin violencia ni terror.
ETA creyó que sólo podría acallar las voces de maestros como Tomás y Valiente haciendo lo que mejor sabía hacer. Se equivocaba de pleno. Donde calló uno, otros muchos, quizá sin la misma maestría pero sí con la misma intención, alzaremos la voz.
Por eso, al margen de que discrepe profundamente de Oriol Vidal y que haya criticado su obra, no puedo ahora sino dedicarle un elogio. Escribir un ensayo sobre algo que no gusta a todo el mundo es siempre, y más desde que ocurrió el asesinato de Tomás y Valiente, un acto de valentía, tan necesaria en un mundo donde la libertad de expresión queda a veces cercenada por la violencia, la coacción y el miedo. Enhorabuena, Oriol.
pere galleri – (off topic) “El món serà més lliure el dia que la Unió Europea decideixi que la cèl·lula més petita de sobirania és aquella que, senzillament, la reivindiqui i vulgui practicar-la.” Tal vez la celula más pequeña de soberanía es el individuo y la familia que no debe ser sometido a la nueva religión del nacionalismo. Por ello es más que aconsejable votar “no” al nou estatut.
Lista de razones para que los ciudadanos de Catalunya no dé la espalda a España:
La gran cantidad de inmigrantes que han contribuido al desarrollo de Catalunya.
Las cotas históricas de desarrollo de Catalunya dentro de España.
El estatuto de autonomía de del 1979 que se granjeó un apoyo inaudito y que colmó las peticiones de los ciudadanos de Cataluña durante la transición.
La prestación de defensa durante los últimos treinta años, cuyo último capítulo es el apoyo de la Guardia Civil a los Mossos de Esquadra.
El desarrollo del catalán en los últimos treinta años que proteje la constitución y que ahora ha llegado a un bilingüismo que debe ser respetado por las instituciones.
Los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Ser una región de vanguardia de un país comercialmente beneficioso a sus intereses.
Y podríamos seguir… olvidese de España siquiere. España no es Dios. Lo importante son sus conciudadanos, quienes tienen derecho a un sistema judicial independiente y a una educación bilingüe si lo desean. Nadie perderá mucho con eso y todos pueden ganar.
Un saludo cordial
Rafael (Málaga)
El otro día vi a Eduardo Zaplana en una entrevista en televisión y me hizo gracia cómo el portavoz de un partido que defiende que lo importante son los ciudadanos y sus libertades individuales (lo que como principio me parece bien) iba repitiendo “ustedes los catalanes deberían esto, deberían aquello, ustedes no necesitan discutir sobre estas pequeñeces (se refería al debate lingüístico), ustedes son gente abierta, al final parecerá que están acomplejados…” Que gran incoherencia dirigirse a los catalanes como si fueran un todo, ¿no?
Dijo también que Cataluña no tiene que estar “todo el día mirando al vecino”, y cuando la entrevistadora le recordó la “cláusula Camps” del Estatuto valenciano (que básicamente dice que lo que los demás consigan los valencianos también lo queremos) Zaplana dijo que “bueno, esto es normal”… En fin, hace tiempo que no veía a un tipo tan inconsistente. Este señor ha sido alcalde de Benidorm, presidente de la Generalitat Valenciana y Ministro de Trabajo, y ahora portavoz del principal partido de la oposición, lo que supongo que demuestra que en España se puede ser un inconsistente lleno de contradicciones y aspirar a casi todo.
que bueno que existe esta ayuda
Releyendo este post y habiendo estado enzarzado recientemente en una de estas discusiones eternas sobre la idea de España, me doy cuenta de cómo ETA consigue marcar la agenda política del españolismo, y especialmente de cómo ETA se convierte en una muy conveniente excusa para no contestar las preguntas que los llamados nacionalistas periféricos plantean a los unionistas españoles. Ya he asistido a demasiados debates en que la respuesta a una pregunta bien planteada sobre soberanía o sobre el hecho que la etnia castellana haya conseguido imprimir su dominio en el edificio constitucional del Estado más allá del franquismo, la respuesta es “estas cosas no se pueden discutir hasta que ETA desaparezca” (o hasta que las vacas vuelen, o hasta lo que sea –“cualquier excusa es buena para leer el DDT”, decía la publicidad del histórico periódico deportivo– sin que tenga ninguna de las dos partes nada que ver con ETA ni defienda sus postulados).
Lo que es incoherente es negarle a ETA naturaleza política, reducirla a un problema de delincuencia, y después devolverle esta misma naturaleza política que se le acaba de negar convirtiéndola en la principal razón por la cual ciertos debates políticos (sobe marco constitucional, sobre soberanía) no se pueden mantener nunca seriamente en España. ETA como la excusa para paralizarlo todo, y sobre todo para retrasar sine die discusiones absolutamente necesarias en España. No quiero acusar al Sr. G. Sans de haber utilizado la misma estrategia, pero es curioso que desapareciera del debate al declarar ETA una tregua y no volviera a contestar los argumentos del Sr. Vidal, articulados muy coherentemente.
Cuando desaparezca ETA, no lo dudo, la excusa será otra. Y nosotros, “los periféricos”, casi siempre picando el anzuelo “por responsabilidad”…